miércoles, 19 de diciembre de 2012

Imágenes y testimonios / Luz Machado




Prólogo
Ediciones Al Sur publica éste, el vigésimo libro de Luz Machado, siguiendo el loable propósito de darle sentido de permanencia a los valores literarios de la región. Ella, deshojando un tanto la flor blanca con corazón amarillo, se decidió por estos copulados sustantivos lustrales: "Imágenes y Testimonios". Nos parece bien, porque se trata de un texto donde la virtuosidad de la palabra hace posible el rescate de vivencias que parecían extraviadas en los pliegues de una memoria saturada de infinitas percepciones.
No tiene que ver con la Poesía, género que absorbe toda la majestad intelectual de esta distinguida dama angostureña desde que dejó atrás una adolescencia signada por los misterios de la selva y los cambios enigmáticos del gran río. Un río que se desborda siempre en las praderas de sus sueños y que la invitaba a pasear por las estatuas que el viejo Amalivac de los Tamanacos esculpió sobre la inconmensurable extensión de su cuenca.
La Poesía pura hace mutis aquí en este libro familiar aunque, en ocasiones ineludibles, se asoma para imprimirle elegancia a la imagen y al testimonio de un tiempo en que las niñas jugaban con muñecas de cristal o porcelana y la creación del mundo infantil podía lúdicramente extenderse hasta la propia orilla del Río Padre, siempre próximo a la casa y visto desde cualquier ángulo de la dudad empinada. Desde la orilla, el guijarro lanzado con destreza podía, antes de hundirse, recorrer largo trecho saltando como niño avieso y travieso sobre el manto líquido que riega y discurre sin cesar. Eran otros tiempos!
El poeta vive y siente el impulso de eternizarse en la poesía, pero sin olvidar al lector universal del que hablaba Jean Paul Sartre y el cual no tiene acceso a la literatura depurada. De allí que la poeta asuma en ocasiones el lenguaje del periodista para acceder al gran público, por lo menos al de la patria chica y señalarle cosas que aunque vinculadas a la vivencia personal, son de ellos, son de todos.
La Casa de las doce Ventanas, de su tatarabuelo prócer de la Independencia, es de todos, es de la nación entera, no sólo porque fue levantada expresamente para él como regalo de sus hijos, sino por el lugar donde fue construida y por el valor de su línea arquitectónica. Allí en la puerta principal está la "M" de los Machado y en su interior las celosías pendientes del acontecer del río y de la dirección de la brisa que ha de ventilar los muros singulares de la casa.
Se consigue aquí en esta obra una descripción integral y bien documentada del histórico inmueble donde el aire andaluz se filtra por los sugestivos ventanales, así como los acaecimientos públicos y familiares que se han venido sucediendo hasta nuestros días. El inmueble está dentro del Casco urbano declarado Monumento Público Nacional en 1976 como están otros valores arquitectónicos que no por su ubicación en el centro dejan de tener per se un valor histórico cuando no artístico. Tal el hoy Palacio Municipal, ayer Hospital Mercedes y Caridad y finalmente Ruiz y Páez. En ese Palacio de dos grandes alas de doble nivel, enlazadas por un puente singular sobre la calle Igualdad o antigua calle Fajardo, funcionan el Ayuntamiento y la Alcaldía y como rama de ésta la Dirección de Cultura que dispone de sala para teatro y conferencias, galería de artes visuales y un espacio para el pensamiento que lleva el nombre de la autora del libro. Se llama al comienzo Taller Literario y ella en su discurso el día de la inauguración sugirió el de Espacio Literario por razones fácil de entender en el discurso que en el libro se halla inserto. Al Premio Nacional de Literatura "Alfredo  Alfonso" creado por la Dirección de Cultura de la Gobernación del Estado Bolívar y adjudicado a ella en 1995, se refiere en capítulo aparte deslindando lo que fue su nombre literario cuando casada y lo que ha sido y es después de su divorcio a partir de los años sesenta. Asimismo hilvana al correr de la pluma otras apreciaciones que tienen directamente que ver con la noble casa que se mantiene en pie desde la fundación de la ciudad, insigne casa donde su tatarabuelo firmó junto con los demás congresantes de 1819 la Ley Fundamental de Colombia y donde por excelsa coincidencia le ha tocado a ella recibir no sólo este premio sino homenajes anteriores como el de la condecoración Orden Congreso de Angostura.
Por último inserta un capítulo ya publicado en sus Crónicas sobre Guayana, referente al Museo Talavera dirigido por su padre José Gabriel Machado y fundado junto con él por Monseñor Miguel Antonio Mejía. El primer Museo que tuvo la Ciudad inaugurado en 1941 con motivo del centenario de la terminación e inauguración de la Catedral y que tan funesto destino le asignaron los encargados de ser- curadores de la ciudad y sus bienes más preciados.
El Museo, desaparecido paradójicamente -en los albores de la actual etapa democrática, exhibía objetos cerámicos y líricos de nuestra raza aborigen, reliquias del tiempo colonial, documentos, armas, piezas numismáticas, muebles y otros objetos vinculados con la historia regional y sus protagonistas.
Luz Machado, manejando con soltura esa prosa ligera y familiar con la cual ha logrado sustraerse a ratos del lenguaje poético, toca la mera y sencilla realidad de las cosas vinculadas con la historia, las tradiciones y costumbres y resalta al final en homenaje a su padre de figura franciscana, la corta existencia de aquel heterogéneo Museo realizado con esfuerzo y tesón, sin otro antecedente y sin otra motivación que la voluntad generosa, altruista, de quienes sintieron y quisieron  a esta tierra con la misma intensidad que hoy sienten emular sus herederos.
Américo Fernández



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